martes, 14 de agosto de 2007

De misterios y revelaciones

Estiró los brazos como siempre lo hacía. Ya era temprano, y el día debía ser organizado, pero ahora se sumaban nuevas "preocupaciones". Ya llevaba dos semanas y media en la nueva casa, y aunque los problemas con Madame Ciboulette se habían minimizado (asunto de sequía creativa de la prodigiosa artista del escobillón y el pie redoblado), eran otras las ocupaciones mentales y físicas de Pompadour. Los cambios por ser cambios, siempre construyen nuevos espacios de acción, y así van condicionando cada acto de nuestras vidas. Si siempre realizas lo mismo, repitiendo la misma conducta día a día, estarás mirando en una sola dirección. El error está en descuidar todo el panorama (Mary sabía algo de ello), pero afortunadamente, la vida cada cierto tiempo produce pequeños temblores, remezones estructurales de nuestras existencias, entonces el misterio es revelado.
Mary día a día de su observación a Pompadour, deseó que él la mirara, que notara que estaba ahí, para él, pero nuestro buen amigo prefería estirar los brazos y conversar de política internacional con Diderot (una imagen vale más que mil palabras, pero no más que un ladrido ilustrado) antes que mirar por la ventana, hasta que cierto momento, él decidió cambiar su lugar de residencia. Con un nuevo entorno, es necesario demarcar nuestros puntos de acción y mirada, y eso hizo Pompadour, por primera vez miró por su ventana y vio que había afuera. Grande fue su sorpresa al notar que la ventana de al frente estaba abierta de par en par, y había una bella mujer al interior. ¿Ironías del destino? diganle eso a Mary, pero lo cierto es que Pompadour, hombre ciego y algo torpe (los solitarios siempre son torpes y sufren de ceguera) tuvo una visión, una revelación. Esa mujer logró remover finalmente la existencia de Pompadour, si hasta el bueno de Diderot saltaba curioso, intentando observar y entender el porque su compañero de vida seguía con su boca abierta.
Retomemos el inicio de todo esto, a menos que desee volver a leer atrás. Pompadour tenías nuevas ocupaciones y pensamientos. Estiraba sus brazos y se movía presuroso a mirar por su ventana. Lentamente se instauraba el nuevo ritual, la novedosa dirección de su vida y sentimientos, ya que ella también lo había visto, y al igual que él lo observaba desde el otro lado. Lamentablemente, Pompadour aún no se atrevía a ir al frente. Quizás ser observador es más cómodo.

domingo, 12 de agosto de 2007

El mirador

Un año y medio. Era un cálculo casi exacto.
M. B. llego a su nueva casa hace un buen tiempo ya. Venía de un apartamento pequeño, mínimo, de esos que se pagan con el primer sueldo, pero ya había superado la barrera del novato, y ahora podía optar por algo más espacioso. Para no sentirse solo, decidió comprarse un pequeño pájaro, que tal vez con su canto, llenaría de sonido el vacío del hogar. Como el canario irrumpía en orgasmos sonoros cada cierto tiempo, llenos de furia, pero a veces dotados de una dulce melancolía, él decidió llamarlo Gilbert (en honor a Gilbert Becaud por cierto).
Como buen hombre solitario, M.B. ocupaba su tiempo en lecturas, escuchando algun disco de su agrado, a veces dando paseos por la plaza, nada muy adrenalínico. La vida del solitario es compleja, es sustentar una realidad algo adversa (el discurso de la interacción social inmanente al ser humano), es llenar y rellenar los espacios cotidianos. Eso intentaba día a día, aún cuando la rutina a veces es peor que nada.
Cinco meses. Otro cálculo casi exacto. Ese tiempo de habitar su casa que ya no era nueva, le llevó descubrir a Mary. Ella vivía casi a tres casas enfrente de él. Fue un paseo de esos comunes en donde se cruzó frente a ella. Tal vez le tomó un segundo, pero sintió algo especial en esa pequeña figura. Quizás fuera su forma de caminar, presumiblemente fuera la manera en que ella agachaba su rostro, intentando ocultar su timidez con más timidez. Puede haber sido todo o nada, pero M.B se vio atrapado por Mary.
A M.B. no le tomó mucho tiempo darse cuenta que vivía muy cerca de él. Al mes de observarla con atención sagrada, vió que ella comenzaba a mirar disimuladamente por su ventana hacia el frente, y luego a casi todas horas del día. La curiosidad fue ganándole día a día, y él comenzó a convertirse en el observador de la observadora. Al tiempo descubrió que a quien observaba Mary era un tal Monsieur Pompadour (si, nuestro Pompadour como ya saben). Desde ese día, el cuadro se completaba, todas las piezas habían sido halladas. Se producía una situación algo extraña, se creaba un triángulo amoroso, pero entre personas que no se conocían. Mary amaba a Pompadour, M.B. amaba a Mary, y Pompadour, bueno, Pompadour no amaba a nadie más que asimismo, y quizás un poco a Diderot, el ilustrado can.
Rebobinemos un poco, ¿en que momento, M.B. comenzó a amar a Mary? un lector atento dirá, "desde que la vió". Exacto, ahi comenzó el amor, la génesis de su sentimiento. Y quizás amaba la forma en que Mary era igual a él. Sólo con observarla mirar, y ver como su cuerpo se comportaba, podía saber todo de ella. Mary era un libro abierto (entendiendo que todos observados en la intimidad somos libros abiertos). Y asi los días se fueron desenvolviendo, en la observación de la observación, en el juego de voyeurs, pero un día todo cambió. A oidos de M.B. llegó la noticia de la partida de Pompadour, y con ello todo mutaba en direcciones inciertas (desde el punto presente al futuro, todo es azar). Fue ese mismo día en que decidió mandar la carta a Mary. También fue ese mismo día en que decidió que se cambiaría al departamento de Pompadour.

martes, 7 de agosto de 2007

El acto de despertar

Quizás son las nueve, quizás son las 10 de la mañana, eso no importa demasiado. El despertador no había sido programado porque era un sábado, pero Mary estaba acostumbrada a levantarse algo temprano. Tocó el lado izquierdo de su cama, pero extrañada notó que se encontraba algo frío. Él debe haberse levantado más temprano de lo habitual, pensó para sus adentros.
Todavía aletargada se puso de pie y estiró sus brazos lo más que pudo, tomó una camiseta de él, y cubrió su cuerpo antes desnudo. Marcel continuaba echado sobre la alfombra. La cortina se abre de par en par y los primeros rayos de sol se cuelan en la habitación. Marcel abre un ojo y observa sonriente a Mary. -Buen día dormilón- dijo ella con ternura de madre.
Entrar al baño y su piso helado. Observarse en el espejo, bosquejar la imagen recordada. Si, aun soy yo, es lo que todos nos preguntamos frente al reflejo. Movimientos condicionados. Rutina. Mojar la cara, tal vez levantar la tapa del baño y orinar lo suficiente. El calor comienza a recircular en nuestras venas, los músculos se reordenan y el cerebro comienza a procesar nuevamente la realidad. Sí, mojar el rostro y volver a despertar, volver a sentir que existe la vida después del sueño, que todo es un tránsito continuo.
Mientras piensa en el nuevo día, Mary intenta reconstruir el pasado. ¿Será mejor avanzar? ¿Disfrutar cada momento que está viviendo? ¿Pensar que nunca ocurrió?
La llave entra en la cerradura y emite su sonido característico. Se abre la puerta y se oyen los pasos dirigiéndose hacia el cuarto:

- ¿Mary? ¿Estás despierta?
- Si, estoy en el baño.

La puerta se abre y él la besa en los labios con suavidad. Ella queda mirando a su rostro por unos segundos. -Aun amó observarte mirar el mundo- dijo él con voz tenue. -Por supuesto. Pero ahora te observo a tí- , dijo Mary, mientras desviaba la mirada hacia la ventana abierta de su habitación.

lunes, 6 de agosto de 2007

jueves, 2 de agosto de 2007

Si, siempre llama dos veces

Muchas veces se ha dicho que la realidad es lo que nosotros percibimos individualmente. Junta muchas percepciones, y tendrás un concenso de realidad, un planteamiento acerca de la verdad. Aun asi, se establecen distinciones para lo ficticio, se habla de irracionalidades, se demarcan los límites de nuestra percepción. Dudosa manera de entender los hechos. Las cosas son o no son, y solamente en nuestra mente ¿lo demás?, importa un carajo.
Mary tenía ese pensamiento, y no quería disimular su rabia contra el mundo. Volvía a casa a pie, había estado con una compañera de trabajo tomando un café. De hecho, era la primera vez que se reunían. Mary no tenía amigos, a excepción de Marcel, su gato obeso. Él conocía todos sus secretos, la veía comer, bañarse, estar desnuda, espíar, percibir el mundo, pero lamentablemente era un gato bobo, y sólo ronroneaba (Mary juraba que era Don gato, pero era un Benito con cerebro de maní).
Aquella mañana de lunes, Mary descubrió que Pompadour se había marchado. El apuro del atraso la obligó a no preguntar nada del paradero de él. De camino al trabajo, sintió por primera vez en su vida, que debía gritar lo que sentía. Ahi comenzó el choque con la "realidad consensuada"; su grito tan desaforado (¿habrá gritado alguna vez antes?) y destemplado provocó la conmoción de la calle. Y cuando te señalan con un dedo, de verdad sientes que quizás el concepto de locura si existe. Vuelta a su realidad. Cabizbaja volvió a su rumbo.
En el trabajo, la desesperación era mayor, pero ya había probado con un grito sin resultados satisfactorios (excepto para el viejo de la esquina, que rio como hiena). Cerró los ojos, y decidió apuntar con su dedo. Azaaaaaaaar. Azaaaaaaar. Y apareció ante su mano Bridgitte, con su cara de resignación de clase media.

- Hola Mary, no traes muy buena cara.
- A la salida tomémonos un café. Tengo que hablar.
- ehh... esta bién, te esperaré en la entrada.

A la salida se reunieron como habían vagamente acordado. Fueron al café de la esquina. "Charlaron", si a un monólogo se le puede llamar así. Mary abrió su corazón a una casi perfecta extraña (extraño término también), le contó todo lo que sentía por Pompadour:

- ¿Y sabes como se llama?
- No.
- ¿Han hablado alguna vez?
- No.
- ¿Y dices que lo amas?
- Sí.
- ¿Y lo espiabas todos los días?
- Sin falta.
- Ehhhhh... bueno, debo marcharme ahora. Nos vemos mañana Mary. Adiós.

Mary abrió nuevamente un portal hacia la "realidad consensuada", y comprendió que creían que estaba loca, pero ellos NO vivían en su mundo. Decidió salir apresurada del local. Avanzó por las calles semiiluminadas, buscando a tientas su destino. Seguía pensando en las absurdas maneras de los hombres, y en lo bello que era Pompadour cuando estiraba sus brazos cada mañana. Pero ese día, Mary pensó también que no había mañana. Insisto, para algunos existe el "mañana será un nuevo día", pero en el mundo de Mary, ese nuevo, era un punto muerto.
Entrada de la casa, aproximadamente las 10 de la noche. Mary busca las llaves de su hogar. Abre la puerta. Marcel sale. En el piso un sobre. Mary lo recoge. Leer. "Para Mary"